El recorrido por las Torres del Paine, ha sido impresionante, como la naturaleza y la creación, en un composición seductora formaron la Patagonia, que nos sobrecoge, deja una huella imborrable y emotiva, registro y perfección de montañas afiladas, talladas por el tiempo, repertorio mudo de otras eras, existencias cubiertas por un gélido pasado misterioso, el sol matiza e ilumina con luces de colores, baño de calor de artista, matices de grises oscuros y luminosos, montañas macizas que simulan acogimiento impregnado de mutismo que sacude los sentidos y remueve las entrañas de tu propia existencia, que deja expresar a tu ser, creando una atmósfera de intimidad y contención, mostrando el lenguaje que brota desde las paredes internas del corazón. Montaña escarpada con misterio de olvido y soledad, cubierto por la bondad de lo divino y celestial, como si guardado en sus cofres de hielo se encontrarán ángeles durmiendo en una vigilia eterna, guardianes colosales del creador.
Este paisaje pintado de visos de coloraciones verdes, con tintes de frutos y espinas que acogen los copos de nieve, bosques de lenga, anfitriones disgregados por la tierra austral que reciben a los visitantes, los mismos que se sorprenden apreciando la geografía y víctimas de sus fuertes vientos que han dejando las copas de los árboles inclinados, como estatuas de cera, cual ejército de caminantes de cabelleras nativas, curvados por vientos arrolladores y violentos han quedado solidificados para no contrariar al viento. Todo ello en un fondo celestial de gama de azules turquesa de lagos celestes de cielo que han quedado plasmado en cuadros coloridos por una comunidad cosmopolita de artistas que enmudecidos por el encanto de esta tierra sagrada, dejan con su pincel un sueño del confín del mundo.