El caminar
de la vida me ha mostrado diversas accesos, unos claros otros grises, otros
nebulosos junto con otros diáfanos, he transitado por todos, los claros y los no
tan claros, los que me invitaron y me sedujeron y los me fueron hostiles, aún
cuando con precaución los abordé como un niño viviendo, oliendo, sintiendo,
palpando y curioseando cada pedacito plano y astillado, algunos de ellos me
cansaron, sin embargo otros me dejaron huellas y dolor que al principio parecieron simples
errores vacilantes defectos, penetrantes frustraciones y no contaba con el
ropaje para tan empinado y rocoso trayecto que mi sonrisa comenzó a ser un
recuerdo, como de días infantiles para dar paso a memorias polvorientas de
ternura, contención y afecto, se fue haciendo cada vez más lejano impropio e
interminable, eterno, insano, infeliz oscuro, me inundó un invierno eterno, con
tormentas más grises y agresivas ajenas como si estuviera cumpliendo una condena
interminable de vacío en la inmensidad de un mundo tenebroso que a ratos se
asomaba una luz débil rayo para encender
el color frágil, que permita dar aliento a nuevo andar serpenteante de laderas
nuevas y desconocidas; minando la valentía del andar la aventura de aventurar, el descubrir un nuevo
tropiezo un malogrado avanzar, con la esperanza de encontrar brío de intensidad un amor me que condujera por
sueños rosados y púrpuras, dura realidad me enloqueciste transformaste la
lógica en ironía, el análisis en nubosidad. me arrebatase un ego desnudo y
perturbado que soy, cual es la verdad, en que se transformó el aprendizaje si
concluí con un andar inverso como un niño ciego en medio de la nada, he muerto
la vida me abandonó a la suerte endemoniada.
Ya no sé caminar, no puedo retroceder que es lo que debo hacer, esperar que nuevamente el fulgor del verano, he olvidado la sensación del calor que mis arterias se tiñeron de gris azulado detenido preso de un congelamiento sosegado.
Ya no sé caminar, no puedo retroceder que es lo que debo hacer, esperar que nuevamente el fulgor del verano, he olvidado la sensación del calor que mis arterias se tiñeron de gris azulado detenido preso de un congelamiento sosegado.