En momentos me escapaba, deseaba penetrar rostros urbanos, corredores, ires y venires de gentes, Mi caminar tenía nostalgia de tiempos felices, de inocencia, simpleza. Los rostros urbanos que veía pasar frente a mis ojos, me preguntaba serán ellos felices?, que nos hace símiles, todo parecía que el mismo vacío rondaba a los caminantes, a los canes de vistosos accesorios, como si desearan empatizar con sus amos, vociferar sus propias independencias, habitantes de modernos casilleros de vida urbana, donde la existencia es cómoda y suficiente, lugares diseñados para la convivencia del encierro y el silencio, no obstante, la eventualidad nos enfrenta con un ser extraño, otro habitante de la urbanidad, galaxias diminutas, volando en un universo de estrellas solitarias, cuyo brillo se puede ver sólo al interior. El otro no existe se ha sustituido, reemplazado y todos formando burbujas controladas desde dentro, en un ciudad creada para el bienestar de los que la habitan, pero el origen de la creación fue otro y nuestros miedos han tergiversado la versión, las heridas dejaron huella que tomaron la individualidad como escudo, a las mascotas como elementos de control, amor por sumisión de seres silenciados y complacientes, sin replicas, se muestran felices cuando asomas, no saben de odio ni rencores, son amigos de toda hora.
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